El calentamiento precompetitivo: una visión escéptica

Descanso. Perdemos 0-1 en casa ante un rival de la zona baja. El equipo no consigue encontrar su juego, está espeso. No hemos tirado a puerta, ni hemos conseguido una buena circulación de balón en la primera parte. El entrenador, en un arrebato de clarividencia, volviendo del túnel de vestuarios tras el descanso, decide hacer un cambio antes de empezar la segunda parte. Nueve por nueve. El sustituto es el típico jugador que hay que estar encima de él, y aún así, nunca calienta. No siente esa necesidad. Cruzas los dedos, ya que entra en el campo sin prácticamente haber calentado. Tan sólo escucha atentamente las últimas instrucciones del entrenador, da dos saltos, dos carreras cortas y a jugar. Saque de centro, primera jugada, apertura a banda, el extremo avanza, centra al área y gol del que acaba de entrar.

Amistoso de pre-temporada ante un filial. Minuto 60, balón a la espalda de la defensa, nuestro delantero la gana y es derribado por el portero al borde del área. El portero rival, en esta misma jugada, cae lesionado y tiene que ser sustituido. Entra el portero suplente sin calentar. “Si va bien es gol, el portero ha salido frío” se escucha en el banquillo. El lanzador se saca un disparo seco y bien colocado. El balón supera la barrera y va directo hacia la escuadra, pero el portero en una imponente estirada manda el balón a saque de esquina.

Cuando jugaba al fútbol, calentar nunca fue una cuestión importante para mí. En demasiadas ocasiones sentía que salía al terreno de juego fatigado debido al exceso de calentamiento. Cuando me tocaba activarme en la banda, hacía “el paripé” pensando en que pasara el tiempo rápido para entrar, siempre más pendiente del partido que de lo que estaba haciendo. Puede ser que esto haya afectado a mis creencias, y, por lo tanto, a mis necesidades como jugador con respecto al calentamiento.

Sin embargo, posteriormente ya como preparador físico, he coincidido con jugadores que le otorgaban una gran importancia al calentamiento. Necesitaban un masaje de activación, dedicar minutos a cada zona muscular, una verdadera rutina que en caso de no existir, hacía que el jugador saltara al terreno de juego con una sensación de incomodidad, de no estar en plenitud, lo que podía provocar que no pudieran dar su rendimiento óptimo.

El calentamiento en fútbol es una función otorgada al preparador físico. Esto es posible que sea debido a que, presumiblemente, es el miembro del cuerpo técnico con mayor conocimiento del organismo (lo que, por más que queramos evitarlo, procede de una visión analítica y reduccionista del rendimiento deportivo). Entonces, cuando reflexiono acerca del calentamiento no puedo evitar hacerme ciertas preguntas: ¿para qué sirve el calentamiento? ¿es una activación física o mental? ¿por qué en fútbol se le da tanta importancia al calentamiento, cuando en otros deportes (incluso individuales) la importancia es mucho menor? ¿cómo debe ser un buen calentamiento? ¿es mejor un ambiente positivo y relajado? ¿es mejor un ambiente serio, de intensidad y concentración? pero sobre todo… ¿por qué yo, un preparador físico con mis conocimientos, mi contexto y mis creencias, tengo que imponer un calentamiento para 11 jugadores, cada uno con su propio contexto y sus propias creencias y necesidades?

Las preguntas no acaban ahí. Entiendo que durante la activación debe haber una parte más individual, en la que cada uno hace lo que cree que necesita, y una parte colectiva. Pero… ¿debe calentar igual un lateral que un delantero? ¿es importante que durante el calentamiento se den situaciones de juego o relaciones que se van a dar posteriormente en el partido? ¿nos puede asegurar esto que el rendimiento posterior sea mejor?

No sólo eso, sino que concibo que el fútbol es un deporte complejo en el que nos enfrentamos a un contexto diferente en cada partido. Entonces… ¿necesitan la misma activación los futbolistas para jugar contra un rival «a priori» superior que contra un rival inferior? ¿debe, por tanto, el calentamiento variar en función de las variables contextuales? ¿no generaría fatiga mental en el futbolista variar el calentamiento en función del partido?

Me ocurre algo similar cuando pienso en el calentamiento de los sustitutos en la banda, ¿por qué tiene que estar el preparador físico continuamente requiriendo la atención del jugador? ¿por qué no dejar que vea el partido? ¿por qué dirigirle el calentamiento? ¿no es mejor que tenga decisión propia y haga lo que él crea que le sienta mejor, mientras analiza las situaciones que se va a encontrar cuando entre en el terreno de juego?

No existen respuestas correctas para estas preguntas. La mejor forma de actuar variará en función del contexto del equipo. No obstante, creo que si hay algo que deberíamos tener en cuenta es nuestra responsabilidad de educar y de fomentar la autonomía del futbolista. Algunos compañeros se empeñan en montar “pistas de aterrizaje”, en hacer auténticos despliegues de material deportivo y de conocimiento sobre las últimas tendencias en la puesta a punto del organismo. De esta forma obtienen, gracias a esta demostración, su minuto de gloria. Posiblemente, este afán de protagonismo sea uno de los principales culpables de que existan jugadores que llegan a edad juvenil e incluso senior sin saber calentar de forma autónoma, sin conocerse a sí mismos, sus necesidades individuales. Creo que es necesario que nos preguntemos el porqué de las cosas que hacemos, que demos una vuelta al asunto y tengamos en cuenta las creencias individuales y colectivas, además del resto de variables contextuales a la hora de llevar a cabo un comportamiento u otro, ya que posiblemente estemos actuando como los monos en la paradoja de la escalera y los plátanos.

El calentamiento no pertenece a los preparadores físicos, sino a los jugadores. Son ellos los que necesitan dar la mejor versión de sí mismos durante el partido. Nuestra función como preparadores físicos es la de guiar el proceso para que cada jugador, por sí mismo, y el equipo como colectivo, reciba durante el calentamiento lo que necesita en base a su contexto y sus creencias.

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